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Trabajo con narraciones

La narración es un recurso muy valioso para comprender lo inexplicable del horror. Narramos para darle un sentido a nuestras vidas. Narramos para configurar en forma de relato los acontecimientos, los sentimientos, la experiencia vivida. Y narramos, también, como forma de legar un pasado a las generaciones venideras. 

Una gran cantidad de análisis apoyan la hipótesis de que hablar o escribir acerca de las propias experiencias traumáticas tiene efectos positivos, tanto en la salud física y psíquica individual como en la salud de la vida en común. En las sociedades que deben enfrentar pasados traumáticos, de pérdida y dolor, surge la necesidad de realizar procesos de elaboración del duelo social a través de la recuperación de su memoria colectiva. La narrativa histórica y la palabra, como mecanismo de expresión de esas narrativas de la memoria, son entonces un camino válido para poner a circular en la escena pública relatos al respecto.

En este apartado sugerimos el abordaje desde el recurso de las narraciones escritas. A diferencia de otros discursos, los textos literarios confían tanto en la enunciación como en la representación directa del mundo social. Las estrategias y los tonos que adoptan indican los tópicos de un imaginario colectivo, los ejes de la organización de los deseos y el clima de una época. Además, sugieren cómo una sociedad piensa sus conflictos, juzga las diferencias culturales e interpreta el pasado. 

En la escritura literaria se reúne todo aquello que desde otros abordajes no es posible hacer, sobre todo si se trata de ciertos aspectos de la subjetividad o de la puesta en palabras de las paradojas fundantes de todo proceso traumático. La narración permite dar forma a la experiencia del pasado, posibilitando una perspectiva sobre lo ocurrido. En ese sentido, narrativa y memoria van de la mano. Como afirma Blair Trujillo (2002) los proyectos se hacen de memorias y los proyectos son la resonancia de un trayecto. Es decir que la memoria colectiva se ejerce en la medida en que puede ser religada a un pasado concreto, en un campo simbólico determinado, que modela el pasado y lo religa a las experiencias del presente y a las aspiraciones de futuro.(Blair Trujillo, E. Memoria y Narrativa: La puesta del dolor en la escena pública En: Estudios Políticos Nº 21.Medellín, julio – diciembre 2002).