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La noche de los lápices

Transcurridos apenas veintiún años del siglo XXI, reconocemos aún las huellas socio- culturales del Terrorismo de Estado que se desarrolló en nuestro país entre 1976 y 1983, y que entre sus múltiples efectos de sentido y a través de sus crímenes y atropellos a los Derechos Humanos, instaló con fuerza el discurso de despolitización de la sociedad civil, poniendo a la juventud bajo sospecha, como a todas las prácticas de democratización ciudadana. 

El 16 de septiembre es una fecha que, además de haber sido fijada en el calendario escolar por diferentes legislaciones, debe su impulso a quienes la sintieron como propia desde la recuperación de la democracia: los estudiantes.

En este sentido, la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales, siempre ha acompañado desde sus políticas académicas las prácticas de participación y democratización de las escuelas en el compromiso con la construcción de la ciudadanía crítica, apostando especialmente a la participación activa y consciente del estudiantado.

Este día, que recuerda un hecho represivo conocido como La Noche de los Lápices, trae a la memoria a un grupo de jóvenes estudiantes secundarios  que fueron secuestrados por la última dictadura (1976 – 1983) en la ciudad de La Plata. La fecha es hoy un aniversario de alcance nacional y el suceso es conocido mundialmente porque en él se sintetizan muchos de los elementos más profundos de las memorias sobre el terrorismo de Estado y porque se trata de un hecho que atacó centralmente a los jóvenes. 

Constituye un hito de la memoria social por el valor que tiene para reflexionar acerca de la construcción de esa memoria y sus transformaciones en función de los cambios del presente. 

Es, a su vez, una invitación a recordar la vida de aquellos jóvenes que lucharon y participaron para construir un futuro mejor. Y puede, por último, constituirse en una ocasión propicia para acompañar el homenaje con un ejercicio reflexivo en torno a la construcción social de la memoria.

Coincidimos con I. Siede, quien afirma que: “El futuro será fruto de lo que hagamos. Por eso necesitamos educar en el ejercicio del propio poder, en la gestación de ideales compartidos y proyectos de transformación. Es cierto que la escuela no logrará, por sí sola, que la sociedad argentina sea mejor de lo que es, pero probablemente no logremos ser un país más justo y solidario sin una pedagogía política tan crítica, comprometida y creativa, como perseverante y esperanzada” (2010, pág. 102).