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Trabajo con imágenes

El trabajo con imágenes es un recurso muy utilizado. Podemos decir que tiene muchas potencialidades para la enseñanza, pero al mismo tiempo, al ser un recurso muy difundido y no meramente propio de la escena escolar nos plantea algunos problemas concretos. Asimismo, implica asumir nuestra responsabilidad docente en términos de qué y cómo ponemos a disposición determinadas imágenes.

Vivimos en una época caracterizada por la omnipresencia de las imágenes que parecen sustituir el mundo de lo real por signos inmateriales. Esto nos plantea necesariamente el modo en el que pondremos a disposición las imágenes para concentrar la mirada de los estudiantes. La desproporción que existe entre ver y saber es una cuestión que debe atenderse, y para tal fin debemos darnos un tiempo para comprender las imágenes. Didi–Huberman (2003) entiende que hay que actualizar los puntos de contacto entre la imagen y el conocimiento, porque no podemos ver lo que no sabemos (Didi- Huberman, 2003). Todo esto nos convoca a poner en juego contenidos curriculares pero, al mismo tiempo, a educar en la sensibilidad, un aspecto muchas veces dejado de lado en beneficio del conocimiento intelectual.

El trabajo con imágenes se relaciona directamente con los problemas de representación expuestos en el apartado anterior y aquí nos referimos específicamente a la incorporación de nuevas formas de la transmisión tales como el trabajo con imágenes fotográficas, obras plásticas y films documentales y de ficción, entre otros. En este sentido, las preguntas que se enunciaban como problemas de la representación vuelven a cobrar sentido. Se trata de promover y reflexionar sobre: ¿Cómo “representar lo irrepresentable“? ¿Cómo “enseñar lo inenseñable“? ¿Cómo “imaginar lo inimaginable“’? .

En tanto que se trata de preguntas que, tal como mencionábamos, ponen en evidencia las tensiones que recorren la posibilidad de (re)presentación del pasado en el presente teniendo en cuenta que se trata de acontecimientos que poseen dimensiones difíciles de comprender y que, al mismo tiempo, se caracterizan por el esfuerzo de acercarse a lo ocurrido para hacerlo inteligible.

 Aparecen aquí nuevas preguntas: ¿El trabajo con imágenes habilita nuevos vínculos con el pasado? ¿Qué relaciones podemos establecer entre las representaciones de las imágenes y las palabras que pueden acompañarlas, tanto las dichas por nosotros los adultos como los estudiantes? ¿Cuáles son las imágenes que ponemos a disposición? ¿Ante quiénes? ¿Qué objetivos nos proponemos? ¿Es posible representar el horror a través de imágenes? ¿Nos ayudaría a comprenderlo? ¿Es posible comprenderlo? ¿Cuáles son los límites éticos y estéticos de las representaciones en imágenes? ¿Cómo pensar nuestra responsabilidad docente frente a estas definiciones?

 A la hora de trabajar con imágenes hay que, además, reflexionar sobre otro aspecto: los vínculos entre imagen, recuerdo y entendimiento (Sontag, 2003). Dijimos que se hace imprescindible educar la mirada de los estudiantes porque mirar no es lo mismo que ver y ver no necesariamente implica comprender lo que esa imagen está representando o narrando del pasado. Observar las luces y las sombras, los colores, las figuras, los contrastes y los roles de quiénes aparecen en las imágenes son algunos de los tópicos a tener en cuenta a la hora de trabajar con imágenes en el aula.

A diferencia del concepto que deja afuera a quien no lo comparte o no lo entiende, la imagen, al menos en su primera presencia, convoca a todos. El hecho de trabajar con jóvenes nos impulsa a experimentar con el lenguaje audiovisual, el dominante en sus mundos culturales. Pero, lejos de creer en el naturalismo de la imagen, debemos proponernos iniciar un camino en el que las miradas puedan ser trabajadas dotando de narraciones a las imágenes elegidas. A su vez, estas narraciones y la polisemia de la imagen contribuyen a evitar que el relato se repita o “se olvide”.

Por último, es importante pensar qué se hará con las emociones que esas imágenes despierten, y es allí donde el trabajo educativo debe ser más sostenido, teniendo en cuenta que en ese efecto se juegan cuestiones políticas y éticas a ser recuperadas. Debemos estar prevenidos, como afirma Susan Sontag, porque una saturación de imágenes impactantes produce un efecto de anestesia y apatía y ese efecto, no genera distancia, sino que es un sentimiento de frustración y conmoción. Mirar el dolor de los demás no es fácil, y es ahí donde debemos intervenir a través de preguntas éticas y políticas que potencien prácticas para la construcción de una sociedad más justa y democrática.